Desde el último tercio del siglo XVI, los desajustes que se producían en el reloj municipal eran preocupación tanto para las autoridades como para los ciudadanos, por la enorme incidencia que su buen funcionamiento ejercía en la vida cotidiana, habida cuenta de que guiaba la mayor parte de los actos cívicos, religiosos y profesionales de los vecinos de Betanzos, además de ejercer como reloj magistral de la ciudad.