Tenemos constancia de cómo se obtenía en navíos y en domicilios mediante la evaporación de agua salada en vasijas, bien por acción solar o con ayuda del fuego para acelerar el proceso, según se practicaba desde la prehistoria, con recipientes de barro como el que servía a la tripulación de la urca “María” en 1606, amarrada en el puerto de Betanzos.